Durante mucho tiempo en el proceso de enseñanza/aprendizaje de la lengua se concibió la oralidad como una deformación de la norma y, por tanto, algo vulgar, incorrecto y trivial. La modalidad escrita se convirtió en lo único que importaba en la educación lingüística en todos los niveles educativos, ya que “hablar” no necesitaba enseñarse porque esa competencia se adquiría de forma natural y autónoma.
No será hasta los primeros años de la década de los 90 del siglo XX cuando se empiece a incluir la oralidad en los diseños curriculares y se conciba y considere el aula como espacio comunicativo con enormes posibilidades didácticas.
La oralidad, como cualquier actividad y situación educativa, requiere de una concepción determinada del espacio aula y de los objetos que contiene. El maestro del segundo ciclo de Educación Infantil tiene que pensar en actividades en las que fluya la comunicación y el lenguaje ya que debe idear y crear un espacio distribuido en ámbitos diferentes para momentos y funciones también diferentes. En una situación ideal, en las aulas de 3-6 años deben existir zonas con mesas y sillas, zonas de explicación de cuentos, con amplios cojines para sentarse cómodamente y escuchar relatos, zonas con material simbólico: el rincón de la cocina, de alguna profesión como médico, de comprar, de vender, etc., el rincón de la biblioteca de aula donde se reúnen los cuentos y otros materiales escritos y adonde se pueda acudir libremente. La distribución debe facilitar la comunicación para todo el grupo; por ejemplo, en los momentos en que el docente explica un cuento para todos o cuando está con grupos reducidos mientras están realizando una actividad sentados en mesas de cuatro o cinco niños.
Así, es precisamente en estas situaciones de trabajo en grupo donde se produce la relación entre los alumnos, hablando, discutiendo sobre algún aspecto del trabajo o aclarando cuestiones que alguno no tiene claras. Los momentos de interacción entre iguales son especialmente ricos y motivadores para el desarrollo del lenguaje y el aprendizaje en general; conversando colectivamente sobre alguna experiencia compartida (la celebración de algún cumpleaños, la visita a algún centro o una excusión) o los momentos de actividad individual durante los cuales los niños eligen libremente estar solos mirando un cuento a estar con un compañero jugando con las construcciones.
En este trabajo se presenta una propuesta de innovación educativa que trabaja la oralidad en un aula de 3º de Educación Infantil (5-6 años), ideada para llevarla a cabo a través de grupos interactivos. De esta manera, podremos crear un espacio comunicativo en el que se aprenden nuevas formas lingüísticas orales, diferentes a las familiares, hasta ahora desconocidas por el alumno de Educación Infantil.
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